Las Crucilladas y la Siña Cordona
Las Crucilladas en aquellos tiempos |
Era un sitio que teniba alma. Sí, sí, alma pa un llugá físico, con casas, calles, esquinas, puertas y ventanas. Que raro tos debe de paecé a los qu’estez leén estas linias. Pero aún tos diré más, no teniba solo un alma, en teniba dos. Una era del llugá y la otra era una persona, una mullé. Pero ojo, no era pas el alma de ixa mullé, sino que ixa mullé era el alma de ixe llugá.
Estaba al cabo de to de la calle La Almendra, en don s’achunta con la calle Llenau. Ixe llugá eran Las Crucilladas y la mullé la Siña Cordona.
Aquí, lo mismo serviba pa fe una partideta al 15, como pa chugá a la lotería, como tamé pa fe la charradeta…. ¡¡Y qué sé yo, mil cosas más!!. Pos per ejemplo, comentá que a los chorizos de fulana les faltaba pimentón royo u que los apiezaus de la culera del home de zutana, l’han saliu entreviraus y te ties que meté bizca pa vélene drechos; pero tamé, que la zagala de mengana, el domingo cuan iba a Misa Mayó, paeceba una princesa de lo maja qu’iba. Con la falda plisada sin un’arruga y la blusa con unas puntillas qu’eran un primor. Toda ben repeinada y limpia como los chorros del oro. ¡Y a más ben guapa qu’é!. Pos güeno, allí se hablaba y se feba de lo que queraz imaginá…. y más.
Pos ixo, el sitio serviba pa to y p’encima, en una ventaneta la Siña Cordona, el alma viva de Las Crucilladas. Era una mullé que nunca va pedí nada a ninguno. Ella sola (Era viuda del Cordón y no teniban hijos), se va valé mientras va podé. Teniba que tení un “don” pa que to la chen se parase allí.
Las Crucilladas hoy |
Cuan subo per la calle La Almendra, si cerro los ojos, aún la veigo asomada a la ventana, igual como si'stase enmarcada en un cuadro del milló pintó del mundo. Ocupaba to’l vano de la ventana, sin dixá ningún forau entre ella y los marcos. Solo dos güequez encima de los hombros, a cada lau de la cabeza, quedaban libres de su humanidá. Los brazos, cruzaus encima del recatillo que le llegaba a medio pecho.
Desde aquí lo veyeba to. Fijatos: La calle La Almendra hasta casi el Portal. La calle Llenau, enta la izquierda, hasta el corral d’Abadías y enta la drecha hasta casi la Pllaza. Per ixo ella diba “Lo que se vei con los ojos, s'adivina con la cabeza”.
Calle l'Almendra hoy desde las Crucilladas |
—Toma, baíxale este mandau a la Siña Pepeta (u a cualquier otra)—Me diba mi mare algunas veces—que me paece que la siento astí baixo en Las Crucilladas.
Como tos he dicho avans, en la calle y deván de la suya puerta, cuan feba güen tiempo, se sentaba un corro mullés con las silletas baixas. Las más agüeletas con las faldas como una campana, arrastranse pel suelo. Allí se chugaba al 15 con la baraixa. Se chugaba d’a dinés. S’apostaba con chavez (un chavé valeba 2 céntimos de peseta, u sea que 2 chavez y medio eran una perreta, y 5 chavez un perro). Cuan el corro se iba fen más gran, perque tamé se meteban algunos críos, las mullés diban de cambiá de chuego y entonces chugaban al Coz, que era más difícil d'entendé. Así pues, como los críos no’n sabeban pas, s’en teniban que i.
Cuan feba frío u lloveba, subiban a la cocina de la Siña Cordona y chugaban a la lotería (ixo que hoy se llama bingo). Tamé se chugaba da dinés con los chavez. Se repartiban los cartons y los números que saliban, se iban marcán con judías. Las bolas se sacaban con la mano de una bolsa de tela y se iban cantán. A unos cuantos se les meteba nombre. Primero se diba el nombre y después el número.
Estos son de los que m’acordo u de los que m’han feito memoria:
“La niña bonita”, el 15.
“Los dos patitos”, el 22.
“La edá de Cristo”, el 33.
“La pareja de la guardia civil”, el 55.
“Las banderas italianas”, el 77.
“El abuelo”, el 90.
Seguramente ñabría muchos más; pero no he podiu fe crecé ixa llista.
(Fijatos como son las cosas, m’he trobau per casolidá, con una moceta choveneta y ben guapa; ¡ Pos que resulta...., que sabeba los nombres de muchismos números más!. Voy a escrribí algunos d’ ixos qu’he m’ha contau: “La caseta del guarda”, el 4. “La monja”, el 6. [M’ha dicho que tamé se la pue conocé como la “Preñá”; pero en Estadilla seguro que no se usaba, ñabeba siempre muchos crios]. “El esgarro”, el 7. “El gordito”, el 8. “La suegra y la nuera”, el 11. “Los Apóstoles”, el 12. “Noche Buena y San Juan”, el 24. “La Navidad ”, el 25. “Los Ladrones de Alí Babá”, el 40. “Las dos monjas”, el 66. “La abuela”, el 80. “Los dos gorditos”, el 88. Esta zagala en conoceba algunos más; pero lo dixo aquí. Tamé me va di que habeba conociu a’lgunas personas que sabeban el nombre de los 90 números; pero adaptaus a los suyos llugás d’origen)
(Fijatos como son las cosas, m’he trobau per casolidá, con una moceta choveneta y ben guapa; ¡ Pos que resulta...., que sabeba los nombres de muchismos números más!. Voy a escrribí algunos d’ ixos qu’he m’ha contau: “La caseta del guarda”, el 4. “La monja”, el 6. [M’ha dicho que tamé se la pue conocé como la “Preñá”; pero en Estadilla seguro que no se usaba, ñabeba siempre muchos crios]. “El esgarro”, el 7. “El gordito”, el 8. “La suegra y la nuera”, el 11. “Los Apóstoles”, el 12. “Noche Buena y San Juan”, el 24. “
Otro de los sitios que la Siña Cordona se dixaba sentí con su presencia en las tardes de invierno, era el carasol de la era Berdié. M’acordo, que pa guardase del sol, algunas mullés, se meteban un trapo dobllau, fen güeco, encima de la cabeza, pa que no se les “cocesen los sesos”, como diban ellas.
El corral y la era la teniba all’alto, tocán a la era Pepón. Criaba gallinas, conejos y palomos. Cada día les subiba de comé. El aigua pa que bebesen la cogeba de la basa Pepón. Esta basa se llenaba con las aiguas que baixaban per los barrancos que después fan Las Aigüeras. El portillo de la aigüera pa llená la basa, se cerraba y s'abriba seguntes fese falta. Pero claro, en verano, muchas veces estaba seca y ñabeba que subí el aigua de casa.
M’acordo, que algunas tardes cuan estaban trillán en la era Chías, veyeba pasá a la Siña Cordona con el cantre en la cabeza y como era una mullé más ben “gruesa” (yo diría gorda), y a más era una miqueta gran, al caminá, to’l cuerpo se le bandeaba enta un lau y enta otro, enta un lau y enta otro; pero la cabeza y el cantre no se moveban ni un milímetro de la linia recta. Yo, un crié, me la miraba y diba:
—¡Pero que milagro fa ixa mullé con el cantre, que no se le cae pas!.
—Pues ixo lo feban muchas mullés en Estadilla cuan no ñabeba aigua per las casas—Me diba la Siña Montse Tringols, cuan l’en comentaba— y amás con un cantre en la cabeza y otro en la cadera, subinlos per la Costera La Fuente, ¡y cada uno de 15 litros!.
Uno de los 12 caños de la fuete Foto propiedá de Jose Vicente Ferrandez En su blog Pasos |
¡Y no tos pensez…. la Costera entonces era un pedregal!. Ya se podeba arreglá, ya, que en cuanto veniba una tronada, ya estaba feita un barranco otra vez.
Aunque no vienga demasiau a cuento, m’acordo, que si alguna cuadrilla de chovenastros feba alguna gamberrada gorda—como aventá algún carro per alguna baixada y estricallalo—a más, a más de feles pagá el estropicio si los cogeban, les feban despedregá la Costera. Nusatros, los críos, mon iban al Portal de La Fuente a reímone; pero sin que mos veyesen demasiau, sino después mos zurraban.
Las Crucilladas, el llugá físico, sigue en el mismo sitio de siempre; sin embargo, las “dos almas” que tos he comentau al principio, fa muchos años que mos van dixá.
Güeno, yo voy a meté fin al mío escrito. Perque pa contá la historia de Las Crucilladas y la Siña Cordona, no ñabría prou con un libro ben gordo. Solo he queriu rendí un homenaje a su recuerdo.
Francho Chardiz
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