El prestamista y el diablo
No fa muchos días va sentí un cuento que me va
impresioná. É una historia tan viva, tan
actual, que l’he queriu conpartí con toz vusatros y vusatras. Dice así:
Érase una vez, en un llugá cualquiera del nuestro mundo,
en que viviba un home que se dedicaba a dixá dinés a la chen que los necesitase,
cobranles unos intereses prou altos. Era lo que to’l mundo conoce como un
prestamista.
Los tiempos que correban eran malos, de miseria muy gran.
Muchos teniban que recurrí a él pa podé seguí vivín y con la’speranza que cuan tenisen
que torná los dinés, la situación habese millorau.
Solo dixaba dinés a’quellos que tenisen tierras, casas u
posesions con que avalá el préstamo; pero siempre daba menos cantidá de lo que
en realidá valeban las propiedades.
Van sé muchos los qu’a la hora de torná la deuda no
habeban podiu reuní los dinés que les feban falta. Total, qu’aquel home se
quedaba con to lo que la pobre chen habeba dixau como prenda del préstamo.
Así va sé como su patrimonio y las suyas riquezas iban
crecén sin pará. Se v’aprovechá tamé de la miseria del momento pa contratá a
muchos jornaleros pa treballá en las tierras y en las industrias qu’habeba
conseguiu d’esta manera, y paganles solo con la comida de cada día y un rinconé
pa dormí en la “pallereta”.
Teniba muchismos dinés; pero era un home insaciable, y per ixo, va
convocá al diablo pa podé aumentá las suyas riquezas, el suyo poder y alcanzá
honor y gloria en el mundo que viviba.
Se van encontrá encima d’un picacho desde don se dominaba
gran parte de sus posesions, y le va di al diablo:
—Dame más riquezas, más poder, honor
y gloria y te daré mi alma.
—No hay trato—Le contesta el
dimonio.
—Pero bueno..., tu tan poderoso, ¿No
quieres darme más riquezas, más poder, honor y gloria a cambio de mi alma para
toda la eternidad?
—No hay trato.
Como
aquel home habeba mandau siempre a to’l mundo sin que ninguno s’atrevese a
desobedecele, se va’nfurecé, y metense tieso le va di:
—Si no quieres darme más riquezas,
más poder, honor y gloria a cambio de mi alma, es que ya no eres tan poderoso.
—Mira..., no hay trato, porque tu
alma, hace tiempo que ya es mía.
Francho
Chardiz
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