Coroneta

Coroneta
Una coroneta cortada per la mitá
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sábado, 1 de enero de 2011

El Siño Paco: Mi agüelo


Mi agüela Siña Maria y mi agüelo Siño Paco.
Esta foto é un montaje que se va fe per los alrededos de 1950. Están prou retocadas.
Sin embargo son dos fotos individuals de principios de siglo pasau.
Ella se va morí en 1915, y la boda sería sobre 1905
Cuan uno quiere contá cosas de cuan era crío, casi siempre pasa, qu'ixas historias están un poqué (o un mucho) desformadas p'el tiempo qu'ha pasau desd’entonces y per la edá que se teniba cuan van pasá u te las van contá. Per ixo voy a intentá que seiga el crío qui las conte y no el viejo que soy hoy.
Son historias sueltas y a más, no tienen que ve unas con las otras; pero ixo sí, de la misma persona: Mi agüelo.


Ermita de la Virgen de la Bella
En Castejón del Puente
La boda
Habeba sentiú contá que se va casá con mi agüela, qu'era de Estiche, en un sitio que se trobase a metá camino entre los dos pueblos, Estadilla y Estiche, pa que los invitaus a la boda de los dos llugás, fesen la misma distancia y no'n salise pas beneficiada ninguna de las dos partes. Ixe sitio va sé Castejón del Puente, en la ermita de la Virgen de la Bella. En un sitio ben majo, encima la cantera que da enta’l río. Me van llevá una vez mi pare y mi mare pa velo. ¡Fijatos cuantos años después d'aquella boda, sería! (He tornau  alguna qu'otra vez).
(Ñai otra historia muy “entrañable” que está muy chunta a ixa boda, y que no voy a podé contá perque me apartaría del tema, y que fa memoria a otra persona muy querida mía: La tía Concha de Casa Juanico. Lo dixarén pa otra ocasión).

La olivada
Mi agüelo era muy serio, según diban toz; no reiba casi nunca. Per ixo esta historia que voy a contatos tiene más enjundia.
Cuan ñabeba olivada, en casa nuestra, iba una güena colla gente pa las faenas de recogelas. Los homes pa cullí y enmantá y las mullés pa picotiá y zarpiá las olivas que caeban per fuera las mantas.
Se feban bromas..., se contaban chistes...; pero sobre to, sobre to, se treballaba..... ¡y de que manera!. ¡Con aquel frío, las manos cheladas, to escarchau!. ¡Tos imaginaz a las mullés pizcán las olivas del suelo chelau!.  ¡Como les teniban qu'acaba los dedos!. Y si amonanzaba aun peor, perque se meteba en el calcero unas zalapastradas de bardo, que toz acababan el día esllomaus d'arrastralos.
Una faena ben dura. Los homes, quieras que no, al cullí se sacaban más el frío. Siempre ñabebea encendida una foguera pa ise calentán las manos y los peus.
Pos güeno, ahora la historia. Siempre ñabeba uno que era el más gracioso y simpaticote de la colla y un día les va di a los otros:

            —A que foi reí al Siño Paco....
            —¡Uy! —Le van di—que difícil lo tiens.
            —¿Que tos chugaz a qué sí?
            —Nada, no mos chugán pas nada —Le van contestá— pero, venga, venga, próbalo.


A la hora de comé, se meteban toz alrededó del fuego, cada uno con la suya ciambrera. Cuan ya llevaban un raté charrán y fen mueso per aquí, trago per allá, va el Siño Juaquiné y dice:

            —Trai la bota que paece que’l tocino se m’ha parau en el garganchón.

Coge la bota, la llevanta, y sin abrí la boca, empeza apretale el culo pa que salise con más fuerza. Los otros de la colla, como si no veyesen nada. Pero mi agüelo, al veyele los chorreons de vino per to la cara, el cuello, la pechera la camisa.......
           
—¡Juaquiné! ¿Que fas?. T’estás metén perdiu

Se para..., se mira..., y to feito un Ecce Homo, dice:

            —¡Cagüen....!. ¡¡Si no m’acordau pas d’abrí la boca, Siño Paco¡¡

Y ben que s'en va reí mi agüelo....y to la colla tamé.
Muchos años después aun se contaba esta historia en las veladas del invierno a’lau del fogaril.
Olivas maduras a punto pa cullí

A comprá un hermano
Cuan teniba que nacé mi’rmano el chicó, feba unos días que se veyeba mucho trajín per casa. A yo me van di qu'era perque teniban que comprá un nino (u nina, que era lo que quereban mis pares; pero no mi agüelo, que quereba nino).
¡Cuanta lata no les daría a mis pares, pa i ayudalos a'scogé al nino cuan isen a la tienda....!, perque al fin, me van di que sí, que ya me llevarían.
Un maitino, viene mi agüelo to contento a despertame a la cama, y me dice:

            —Ya tiens otro hermané, l’en comprau esta noche.

Yo que me quedo miranlo y le digo:

            —¡Yayo, que no pué se verdá!. ¡Que teniba que i yo tamé a'scogelo!.

Él, con una cara de satisfecho, dice:

            —Pues é verdá, viene y lo verás.

Yo que me visto a’scape y men voy enta’l cuarto de mis pares y veigo aquel crío en la cama con mi mare:

            —¿Veis, que majo é?

Yo allí pllantau a punto pllora, perque no s’en habeban acordau pas de yo, cuan van i a la tienda a compralo.

Tronada
Del libro Memorial de luz. Autor: Xavier Bayle
La burreta
Pa i al monte u pa i a visitá alguna familia en los pueblos de la redolada, mi agüelo, cogeba la yegua con la silla montá u enganchaba la tartaneta. El carré lo usaba solo pa i al monte, ben con la mula, ben con la yegua.
Pero como a toz mos pasa, se iba fen gran. Una vez teniba enganchau el carré con una yegua royisca en la puerta casa, pa marcha al monte. Los homes ya s'en habeban iu. Él estaba montau en el carré y de sopetón, la yegua que se torna lloca y empeza a tirá enta van y enta tras, enta van y enta tras. Hasta qu'una de las ruedas s’enfila per la paré de Casa el Chiringo.... y vulquia.
Mi agüelo no va tomá mucho mal; pero del espanto y las cascaduras, lo van tení unos días en la cama.
Güeno pues, se va decidí que ya no teniba edá pa trajiná con animals de tanta fuerza, y le van comprá una burreta. Era chiquerrina, mansa, pero un poqué pilla la jodida.
A medio maitino, le meteba la colchoneta con la cincha y ¡ala, pa’l monte!. En la’squina Casa Toneta ñabeba una piedra gran, más u menos redonda, a nusatros mos serviba de banquilé muchas veces, y a mi agüelo le serviba de apoyadura pa podese montá en la burreta, qu'aunque baixeta, pos no llegaba guaire ben.

            —¿A’n va hoy? —le preguntaba mi mare.
            —A’n quiera la burreta—le contestaba él
            —Y si le pasa algo—tornaba a dile mi mare—¿A’n lo buscarén?
            —No sufraz pas—mi agüelo, tozudo­—ya me trobarez

Y así era, marchaba, y cuan llegaba al corral d’Abadías, la burreta enfilaba el camino que querese y él se dixaba llevá.
Per suerte, nunca va pasá nada.
Ixa burreta, tamé la usaban en casa pa fe otras faenas. Una que tiengo enganchada en la memoria, per lo que tos voy a contá, é i a buscá palla a la era.
Una mantada de palla
Se cogeba la burreta a pelo con la manta... y enta la era. Se llenaba de palla, se ataban las cuatro puntas, dos a dos en cruz, se meteba encima del llomo y pa casa. Con una mano s’aguantaba la manta y con la otra el ramal de la cabezana.
Pos güeno, iban una vez con mi’rmano el chicó enta la era. Él montau con la manta vacía debaixo’l culo, y yo a peu.
Pero, ¿qué se me cruzaría per la cabeza? qu’en llegán al corral d’Abadías le digo a mi’rmano:

            —¡¡Agarrate que me monto!!
            —¡¡Nooooo!! —que grita él— ¡¡No lo feigas!!

Y yo, sin fele ningún caso, y como era tan chiquerrina, me monto d’un brinco per detrás.
¡A te gibo! La burreta que siente las mías manos en las ancas y se mete a trotá.
Yo que no tiengo otro sitio qu’agarrame qu’a mi’rmano. Él pobretón… a ningún sitio.
Total, los dos ben enganchadez…., al suelo. ¡Menudo talegazo!
Mi’rmano, pllorán como una Madalena y yo esmeliganme reí al vemos to llargos en el suelo. (Reiba, perque no mos habeban feito mal ninguno de los dos).
Y la que tamé s'en hubiese reiu (si fuese como la Mula Francis) teniba que se la burreta, que se va pará un poqué más aván y se mos miraba.


Yo puedo aseguratos que todas estas historias (y otras muchas que están en no sé que rincón de la memoria) tienen la encarnadura de verdá. Lo que ya no sabría di, é si son igual que van pasá u el tiempo les ha iu dan un poqué de coló de sepia



                                                                                              Francho Chardiz

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