Coroneta

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Una coroneta cortada per la mitá
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domingo, 6 de marzo de 2011




Los palitroques



Chuego de palitroques que guarda Antonio de Casa Enseñá
Desde fa tiempos que me roda l’albarda pensán en escribí sobre un entretenimiento pa mozos y pa grans que se feba per temporadas y al aire libre. Esto de las temporadas lo decidiba más el tiempo, que otra cosa: frío, caló, llové …., perque ganas siempre ñabeba.
Eran los palitroques. Un chuego de habilidá y puntería. Entre los que chugaban y miraban se arremolinaba güena colla chen. De crío m’acordo velos en la era La Col; pero m’han dicho que tamé se chugaba en la era Heredia y en el mismo Portal del Sol, contra la paré del güerto’l Barón. Seguro qu’en tiempos tamé se faría en otros llugás. El día de la semana pa chugá era el domingo per la tarde, después de comé.
Pa explicalo to, voy a ve sí lo sé fe despacié, cllaro y no m’entrabuco desmasiau.

Los trastes
           
Seis palitroques.- Teniban que sé de madera ben dura pa que aguantasen los estacazos. D’un par de palmos de llargos o un poqué menos. De 6 u 7 centímetros de diámetro. El culo pllano y la cabeza acostumbraba a sé redonda; pero podeba sé de otras formas según el gusto del carpintero que los feba.

Tres tochos u tiradós.-  Cilíndricos y tamé de madera ben dura. De unos 13 a 15 centímetros de llargo. Que sobresalise per los dos laus de la mano al cogelo. De 5 u 6 centímetros de gordo. Siempre s’en teniba un cuarto per si s’estarnaba alguno.

Preparan la partida

Los seis palitroques pllantaus y los tochos marcán la separación
Pllantá los palitroques.- Se meteban en dos linias. Con tres palitroques deván y otros tres per detrás, ben enfrente unos d’otros. La separación era el llargo del tocho, tanto entre las dos linias como entre las tres filas. Se marcaba ben la apoyadura en el suelo y así ya no ñabeba que torná a medí cada vez que se pllantaban. Se chugaba en un suelo de tierra y que ñabese una paré per detrás, a unos tres metros poco más u menos. Se feba pa que los tochos al rebotá no isen a pará muy lejos. Usea sé, que no era imprescindible que ñabese la paré per detrás.

Pllantadó.- Acostumbraba a sé un chovenastro, qu'a más era el amo u el responsable de los palitroques. Se teniban que pllantá después de cada tirada. (Una tirada eran los tres tochos como másimo). Cobraba per fe esta faena y per dixalos pa chugá.

Distancia pa tirá los tochos.- Se marcaba una linia en el suelo desde don tiralos. No he podiu pas sabé a que distancia se feba. En Azanuy, qu’aun se chuga a algo paeciu al nuestro (las reglas son prou distintas), lo fan a 14 pasos. En Estadilla, como los palitroques y los tochos son un poqué más chicoz, yo calculo que serían entre 10 y 12 pasos.

Los chugadós.- Ñaben-ne dos ya se podeba fe una partida; pero lo milló era que fuesen cinco u seis. Si ñabeba más (que podeba sé) y eran güenos chugadós, duraba desmasiau, perque no se eliminaban aprisa.

Los dinés.- Pa fe la partida se apostaba dinés. Cada chugadó meteba en una lateta la misma cantidá y al final se los llevaba el que la ganaba. De estos dinés se pagaba al pllantadó antes d’empezá cada partida. Cobraba una “comisión” per pllantá y dixá los palitroques y que variaba ent’alto u enta baixo seguntes los que chugasen. Normal, si tenín en cuenta qu’a más chugadós, más dinés en la lateta y más veces tení que pllantá.

La partida

"Cara" (Como dicen en Azanuy). Tamé se podeba di "fe güena"
Objetivo.- Bulquiá cinco palitroques y dixane uno drecho (cualquiera de los seis). Si se feba con el primer tocho se llamaba “seca”, si no se seguiban tirán los otros dos. Si lo conseguiban, pasaban a la tirada siguiente; pero si bulquiaban los seis u en quedaba más de uno de peu, estaban eliminaus. (En Azanuy, conseguí dixane uno de peu se le llama fe “cara”y no conseguilo, fe “culo”. Ellos chugan con dos tirados u tochos).


Esto é fe "Culo". U tamé se diba "fe mala"

Formas de lanzá el tocho.- Después de cada tirada que fan “cara” (dixazme que lo llame así, pa entendemos milló), el chuego se va complicán, y se cambia la forma de tirá, fenlo cada vez más difícil. Éstas son las cuatro maneras distintas de felo.


A vent
1º). A vent.
El brazo a to lo llargo del cuerpo movenlo aván y atrás, hasta soltá el tocho fen puntería.
A garrot
2º). A garrot.
Pa tirá, la mano p’encima de la cabeza. (Como si fuese una “jabalina”).

Baixo garra

3º). Baixo garra.
Como ya s’entiede p’el nombre, justo al llevantá una pierna, tiralo per debaixo.

De reculas

4º). De reculas.
De espaldas a los palitroques, tirá el tocho per entre las piernas metense a’scarramaixons.

D’esta última modalidá, alguno de los viejos del llugá, no s’en recordaban pas perque nunca se llegaba tan aván, siempre se feba “culo” antes.
Güeno, una vez que tos h'esplicau las formas, ahora toca explicá como se feban las tiradas.

“Secuencia” de las tiradas.- Ya queda cllaro que cada tirada son másimo tres tochos;
pero se pue lográ fe “cara”, solo con uno u con dos.
           
1ª Tirada). Tres tochos “A vent”
Fen “cara”, pasán a la siguiente.
2ª Tirada). Dos tochos “A vent”, uno “A garrot”
Fen “cara”, a la siguiente.
3ª). Un tocho “A vent”, dos “A garrot”.
4ª). Los tres “A garrot”.
5ª). Dos tochos “A garrot”, uno “Baixo garra”.
6ª). Uno “Agarrot”, dos “Baixo garra”.
7ª). Los tres “Baixo garra”.

            Lo mismo sería con la 8ª, 9ª y 10ª, incorporán el de “Reculas”; pero nunca se llegaba tan aván.

El premio.- Seguín este orden de tiradas, el que llegaba más lejos era el que se llevaba los dinés de la lateta. P’el camino s’iban quedán los que feban “culo”.



Apuntes y comentarios

            Seguntes m’han contau, el primer chugadó seguiba fen las tiradas, en ixe orden que tos h'esplicau, hasta que fallaba (feba “culo”). Entonces empezaba el segundo chugadó, y así hasta que acababan toz. Después se recontaba el que habeba llegau más lejos y ixe ganaba.
Pero ñai otra posibilidá: Que toz los chugadós feigan la primera tirada, uno detrás de otro. Los que fan “cara” pasan a la segunda y los que fan “culo”, eliminaus. Y así i seguín con las tiradas, hasta qu’en quedase uno solo que sería el ganadó. (Ojo, que esta segunda posibilidá la he añadiu yo sin que tienga conocimiento si se feba u no). Paece que d’esta forma, los últimos no se tendrían que está tanto rato de brazos cruzaus esperán que les tocase.
            Entre los que miraban, tamé se feban apuestas. Chugaban a pares u nones. Avans de lanzá el primer tocho d’una tirada cualquiera, uno de los que miraba diba:

            —Un real (u lo que fuese) a nones (u a pares).
            —Caso—Contestaba uno que querese aceptá el reto.

            Claro, ganaba el real el que acertaba los palitroques bulquiaus, pares u nones del primer tocho solo. Se procuraba que el chugadó que tiraba no sabese qu'apuestas ñabeba p’el medio de los que miraban, pa evitá que podese ñabé chanchullo entre dos; perque el que tiraba podeba fe de más u de menos en el número bulquiau.
Ñabeba alguna vez, que si las partidas habeban iu muy igualadas en el número ganau per cada chugadó, toz s’en iban perden perras. Claro, los dinés que les faltaban, estaban en la pocha del pllantadó.

Los Palistroc de Azanuy
que en algún lau los he mentau
M’han contau, que de los últimos tiempos que se chugaba, ñabeba dos mozos que destacaban. Eran Manolé Calistro y Lanzón el carpintero. Se vei que estos dos misaches eran güenísimos.
Una habilidá de los chugadós más güenos era que cuan quedaban dos palitroques de peu, uno debán del otro, tiraban el tocho justo a la base del primero pa que caese enta van, y así fe “cara”. Esto solo lo podeban fe los muy habils; perque casi to’l mundo preferiba tirá p’encima del de deván, pa intentá tocá la cabeza del de detrás.

Güeno, al principio de to he dicho que iba a intentá felo, despacié, cllaro y habé si no m’entrabucaba desmasiau. Lo de despacié, ya puedo aseguratos que lo he feito; pero las otras dos cosas…., no sé, no sé. Ya me perdonarez si lo veyez un poco “paliza”; pero quereba dixá escrito algo muy nuestro, que ya solo conservan en la memoria los más viejos del llugá.

Solo un apunte más sin allargame. Ñabeba otra modalidá qu’era chugá al 31. Consistiba en i sumán los palitroques bulquiaus en cada tirada hasta sumá justo ixa cantidá sin pasase. Se seguiban las reglas paecidas; pero sin eliminase. Si se bulquiaban los 6 palitroques, no s’en sumaban pas ninguno.

                                                                                  Francho Chardiz


A siu gracias a mi tío Oscar de Casa Llinzols (Oscar Naval Amat) y a Gilberto Montijo (Gilberto Badía), que he podiu recogé los recuerdos, prou frescos, que ellos tienen de los palitroques y que fará bellos 60 años u per astí, se va dixá de practicá. Amás mi tío Oscar, cuan era chovenastro, teniba un chuego y va sé pllantadó en la era Heredia.

Tamé ha siu gracias a Antonio de Casa Enseñá (Antonio Macarulla), que he podiu tocá y disfrutá de tení entre las manos el último chuego que se va fe serví en la era La Col y  el pllantadó era su’rmano Manolé (Creigo que va sé el último chuego en fese serví. Si no va sé así, perdonaz el “desliz”). De to ixo fará ..., pos lo qu’he dicho avans, bellos 60 años, y que Antonio los ha conservau to este tiempo con mucho cariño. Tamé, gracias a tenilos él, he podiu fe las fotos que acompañan este escrito.

Las medidas que tienen los palitroques que guarda Antonio son:

Llargo:                       35 cm
Diámetro de la base:  6 cm
Llargo del tocho:        12.5 cm
Diámetro del tocho:   5 cm

Los extremos d’estos tochos son redondeaus; pero en habeba visto que solo teniban los cantos mataus. Tamé quiero di que como no ñabeba unas normas pa las medidas, en el escrito qu’he feito, he dixau más margens pa no sé tan “categórico”.




                                                                                  F. Ch


Fragmento de "Tradiciones peruanas"
Una partida de palitroques
De Ricardo Palma

Gran jugador de bolos fue Alonso de Palomares, soldado que vino al Perú en la expedición de don Pedro Alvarado, el del célebre salto en Méjico.
Es sabido que don Francisco Pizarro tuvo pasión por este juego, y que junto con la fundación de Lima estableció en la vecindad del Martinete un boliche o cancha de bochas, adonde iba todas las tardes a pasar dos horitas de solaz. Fuese adulación o que en realidad no hubiera quien lo aventajase, lo cierto es que su gloria como bochador no tenía eclipse.
Cuando llegaba el marqués, toda partida se suspendía para que él y sus amigos entrasen en posesión del boliche.
Habláronle una tarde de la destreza de Alonso de Palomares, y Pizarro quiso conocerlo y jugar con él.
-Dícenme, señor soldado- le dijo,- que vuesa merced es mucho hombre como jugador de palitroques, y si le place probaremos fuerzas en una partida.
-Hónrame su señoría con la propuesta -contestó Palomares.- ¿Y a cómo ha de ser el mingo que interesemos?
-Fíjelo vuesa merced.
-Aunque pobre soldado -continuó el otro,- no me faltan trescientos ducados de oro en la escarcela; y si a vueseñoría conviene, interesaremos cinco ducados por partida, que quien honra recibe en ser adversario del señor gobernador, no puede hacer juego roñoso.
-Sea -repuso lacónicamente el marqués, y comenzó la partida.
Jugaron aquella tarde mientras hubo luz. Partidas perdió el gobernador y partidas perdió el soldado; si bien éste, según el sentir de los inteligentes, hizo mañosamente algunas pifias, como para inspirar confianza a su contrario. Y sin embargo, Palomares le ganó quince ducados al marqués.
Y siguieron durante un mes jugando todas las tardes, hasta que se convenció Pizarro de que en Palomares había encontrado maestro de quien recibir lecciones. Érale deudor de cien ducados de oro.
El marqués, siempre que perdía, se desahogaba denostando a su vencedor, el cual sonreía con mucha flema y continuaba dando bochadas que no dejaban palitroque en pie. ¡Jugadorazo el Palomares!
Entretanto pasó una semana después de roto el compromiso de juego, sin que don Francisco se acordase de pagar los cien ducados, hasta que un día tuvo el soldado la llaneza de recordárselo.
-No le pago al muy fullero- contestó con cólera Pizarro.
-Corriente, señor marqués, no pague usía si no quiere, que habré perdido mi dinero y ganado sus injurias.
Dice Garcilaso que la respuesta le cayó en gracia al gobernador; porque volviéndose al tesorero Riquelme, le dijo riendo:
-Págale a este mozo lo que reclama, y en buena hora sea, que de mi mano no volverá a ver moneda en el boliche.
Y es fama que tanto se sintió humillado en su amor propio de jugador por haber encontrado maestro, que desde entonces nadie volvió a ver a don Francisco Pizarro bocha en mano