Coroneta

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Una coroneta cortada per la mitá
COMO VEYÉ LOS ESCRITOS
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martes, 8 de octubre de 2013


Tierra de llabrados: La siega

Pintura de Julien Dupré. Pintor francés del siglo XIX

Estaba acordanme de cuan era crío y llegaba el tiempo de segá el cereal. Todas las faenas de los llabrados en aquellos años eran muy duras; pero yo creigo que ñabeba dos qu’eran las peores y amás las dos cosecutivas. El segá y deseguida la trillá. Tampoco se quedaban atrás otros treballos, como per ejemplo, coge olivas en invierno: Pero gueno hoy le toca a la siega.

El trigo era el cereal que más se sembraba. Tamé se sembraba prou ordio y cebada pa pienso. Tamé m’acordo que se meteba alguna faixeta de centeno; pero se vei que rendiba poco y en aquella época, el sembralo era casi testimonial y más que nada per seguí una tradición de siglos. El centeno aguantaba milló las inclemencias del tiempo y la palla, qu’era más llarga, teniba otras aplicacions. Se podeban fe cuerdas p’atá la garba (en vez de vencellos), tamé se usaba pa fe la cubierta encima de las bordas, a modo de tellau, en algunos llugás de los pirineos, Hasta “pa chitase en la palla” era milló que fuese de centeno.



Y'apasau el invierno y los sembraus arrancan el suyo caminá pa llegá a la siega
y díspués la trilla. Fotografía del Cafetero.

Tornán otra vez al trigo, dispués de trillau y limpio, ñabeba que entregalo a un organismo estatal que se llamaba “Servicio Naciona del Trigo”. Aún quedan en peu per muchos pueblos d'España aquellos edificios altos y cuadraus que se usaban pa almacená el grano.

Como ya he dicho avans, esta época de la siega era muy dura pa’l llabradó, tanto per las muchas horas de faena que se feban cada día, como pe’l caló que se pasaba.

Ixos días, tamé los críos ayudaban en las faenas del monte con las poquetas fuerzas que nusatros teniban; pero siempre se mos buscaba alguna qu’estase en consonancia con nuestras posibilidades. No teniban menos importancia per sé faenas chicotas; lo que feba un crío no teniba que felo uno gran y desvialo de otras más duras.

Tos conto las faenas más comúns que feban nusatros. Tendé vencellos. Los vencellos eran de esparto y serviban p’atá los faixos de garba. Se meteban a remojo un buen rato pa que se rebllandecesen, sobre to las puntas y así sé más manejables y no se rompesen. Si ñabeba prou aigua en la finca que se estaba segán, se remuixaba pronto p’el maitino allí mismo; pero si era un sitio en don escasease, se meteban a remojo la noche d’antes en casa y se llevaban al dia siguiente ben embolicaus en sacos pa que no se secase el aigua.

Pos ixo, nusatros mos meteban un manollo de vencellos en un brazo y con la otra mano, in per devan de los atados, los estendenban en el suelo entre medio de varias gavillas. Una memoria d’esta faena: como llevaban los pantalons curtos y la nuestra piel era más ben delicadeta, propia de los críos, los restollos mos esgarrañaban las piernas, sobre to los tobillos; los vencellos que chorreaban aigua, mos muixaban las heridas y mos escoceba como dimonios con el aigua del esparto.


Faixa de restollo con las últimas luces del día y Estadilla, ya en sombra, al fondo

Otra de las faenas, era fe fuego al mediodía a la olleta del recau. Casi siempre se feba recau pa comé. Se meteba, patatas, arroz, alguna vez fideos, un troncho llonganiza de conserva pa cada uno y un trozo de tocino rancio u del salau. A la hora de comé se feban sopas de pan y se escaldaban con el caldo del recau. ¡Aún se me fa la boca aigua acordanme!. A veces, la comida, la traeban ya feita de casa alguna mullé apunto pa comé. Per la tarde se quedaban a’yuda en lo que fuese menester. Principalmente engavillá si se segaba con dalla.

Dispués de comé, un raté de siesta. ¡Que difícil era femos dormí a los críos!. Las moscas, el caló, el suelo duro.....pero veyebas a los grans, chitaus cara ent’alto y con el sombrero tapanles la cara pa que no les esturbasen las moscas y ....dormiban ¡ya lo creigo que dormiban!.

Gueno, tornén otra vez a la siega. En otra cosa qu’ayudaban, er’a da gavillas; pero pa esta faena remoloniaban a más no podé. Casi siempre que mos tocaba era perque el tendé vencellos lo feba el agüelo de la casa. A ellos, per un general, les costaba más el achocase pa cogé las gavillas. Ñabeba varios motivos pa queré escapá de da gavillas. Uno era qu’alguna vez, muy pocas, de debaixo, saliba una culebra. Otro problema, pero éste más gordo, eran los cardos y las blanquillas. A los homes, como teniban la piel dura, los cardos no les punchaban desmasiau, pero a nusatros.... pobretons. Ñabeba alguno que cogeba el cardo con la mano como si fuese un trozo d'algodón y reinsene diba:

                —Veis, si apretas ven fuerte, no punchan.

Pero esto no lo feban pas con las blanquillas. A éstas to’l mundo les teniba respeto. En dos zonas teniban preferencia y abundaban estos dos tipos de punchas. Per las sierras ñabeba más cardos y las blanquillas preferiban los San Martins; aunque a las dos las podebas encontrá per cualquier sitio.

En esta época, las principals formas de segá era con la segadera (yo ya casi no m’acordo de velo fe así); la dalla, qu’era la manera más común; y ya más moderno, las máquinas de segá, qu’a la vez dixaban las gavillas feitas. Éste era el metodo que se imponeba deprisa, deprisa. Ahorraba muchisma faena y adelantaba horrores.

Segadós a dalla


Cuan se dallaba, a los críos, mos teniban terminantemente prohibiu acercamos y tampoco les feba ninguna gracia a los grans qu’usasen el rascllé pa’ngavillá.

Quiero contá una cosa dixas que cuan pasan, ya nunca más las olvidas. De siempre en casa nuestra, habeba visto máquina de segá. Era de las primeras que van llegá p’el pueblo. Teniba las ruedas de fierro (las que van-i venín dispués, las llevaban de goma). Seguntes diban, los dientes del corte estaban muy separaus y al entrá mucho bolicón de garba per cada uno, los bajes teniban que fe mucha fuerza p’arrastrá la máquina. Per ixo era menester engancha-ne dos pa podé segá. Uno se meteba en varas y el otro deván en tirantes. Un home se necesitaba pa conducí al de varas con unas riendas llargas y amás atendé la máquina; pero al baje de devan tamé ñabeba que guialo pa que no s’apartase del corte. Si lo llevaba algún home u algún zagalote gran, iban a peu llevanlo de la cabezana, dan güeltas y güeltas a la faixa; pero alguna vez, el conducí al de devan, lo feba algún crío. Entoces, mos meteban una colchoneta encima del baje y con unas riendas lo guiaban. En casa nuestra siempre e-ñabeba alguna yegua pa felas criá y dispués vendé el pollino. A estas yeguas, normalmente no se las feba treballá mucho; pero alguna vez se las meteba pa faenas no desmasiau duras. En esta ocasión que conto van engancha a una d’éstas. Era d'aquéllas que llamaban holandesas. Grandota, con unas patazas grans y peludas. Estaba medio “zumbada” (quiero di medio lloca). Yo ya le teniba miedo solo d’acercame. Güeno pues, me va tocá a yo montame encima y conducila con las riendas. Al llegá al final de cada corte ñabeba que pasase un poqué y dispués fela chirá pa segui. Siempre se chiraba enta la izquierda (el corte de la máquina estaba en ixe lau), el tirante de la parte de dentro se aflojaba y s’arrastraba p’el suelo. A la yegua se le va meté entre medio de las dos patas d’atrás y al torná a’stirá, va’n empezá a botiá al esturbale el tirante entre las garras.... yo gritán com’un lloco to aterrorizau. No va ñabé manera de convenceme pa que tornase a montá. Algún home gran tendría que sustituime, perque desde luego yo no me va tormá a montá encima de aquel bicharraco.

Poquetas cosas he contau de la siega. Se necesitaría un libro entero pa’splicá esta faena en el monte. Solo he queriu fe un homenaje, aunque curté, a’quellas gentes, y como no, a’quel momento, qu’afortunadamente a pasau y solo queda ya en la memoria.


                                               Y’arrebujan los trigos, sienten temores,

                                               pasan por el camino los segadores,

                                               las ofrendas, pinturas ensangrentadas

                                               dejan las espigas recién cortadas.


                                                                              (Estribillo d’un canto popular a los segadores)



                                                                                              Francho Chardiz